Nació en
Palma de Mallorca en 1931. La fama le llegó prematuramente, Arturito
Pomar, a los quince años, ya era el campeón de España de ajedrez más joven
de la historia, además constituía una estrella emergente internacional al que
muchos veían como futuro campeón del mundo. Era un oasis en mitad de un
desierto de autarquía, pesadumbre, cristianismo y derrota.
Franco mira a cámara, sonríe abiertamente, pasa su mano izquierda por la
nuca del muchacho, constituye un padrino de renombre. Arturito también sonríe, coloca
los brazos cruzados por detrás de la espalda, pulcro corte de pelo con raya a
la izquierda, pantalones bombacho, un prodigio de candidez genuina.
El NODO instrumentalizó su genialidad hasta convertirlo en el icono popular
de una España en blanco y negro; era el Joselito de las 64 casillas, ambos iban
a acabar mal.
El 'Mozart' del ajedrez: así llamaban a Arturito Pomar en su infancia. Era
un adolescente que representaba justo lo contrario a la realidad española de
aquellos años, un prodigio de una actividad tan intelectual y cerebral como el
ajedrez, un alivio en un país acuciado por la incultura. Su madre contaba cómo
era Arturito: "Su felicidad es infinita cuando gana; si pierde, su
desconsuelo es igual que el de un niño al que se le ha roto un juguete".
Cuando creció Pomar dejó de servir a la causa, dejó de ser una pieza
importante para la partida que jugaba el régimen franquista. Durante sus
primeros años de fama tuvo ofertas para solicitar asilo político y solucionar
así su futuro profesional en el ajedrez; pero Pomar quiso vivir en España, tal
vez le faltó la ambición necesaria para haber buscado un futuro mejor, las
condiciones que le impusieron fueron, de todas formas, completamente adversas.
Aprendió a jugar a los cinco años y a los 12 hizo tablas con el entonces
campeón del mundo, Alexander Alekhine, en el torneo de Gijón de 1944. De
aquella el ajedrez no interesaba a los españoles, con él llegó una luz de
esperanza, justo cuando España estaba aislada internacionalmente. Sin embargo,
el genio de Pomar no tuvo el apoyo necesario para aspirar al título mundial, su
única recompensa fue un puesto de funcionario en la oficina de correos de
Cienpozuelos.
La fama de aquel rival deslumbra: un carácter
arrogante, genial, impredecible. Obsesivo, excéntrico. Ambicioso. A su lado,
junto al tablero, una pequeña bandera de barras y estrellas corona un cartel
identificativo con siete letras mayúsculas: Fischer. Sentado frente a él
hay un español de corta estatura, calvicie pronunciada y dentadura de posguerra;
todavía podemos percibir la inocencia, también el cansancio por el trato dado. Arturo
tiene treinta y un años, pero parece bastante más mayor.
Hacía poco tiempo había sido diagnosticado de vejez
prematura. La partida contra Fischer acabó también en tablas. El americano vio
cómo tras nueve horas de partida y 77 movimientos, no era capaz de superar
a un currante que había acudido allí sin entrenador, sin asistentes y con un
libro sobre aperturas básicas en ajedrez. Pomar sacó un empate cuando partía
con las piezas negras, a priori desfavorables. Bobby le dedica a
Arturo una frase legendaria: «Pobre cartero español. Con lo bien que juegas,
tendrás que volver a poner sellos cuando termine el torneo».
Arturito se había convirtió en Arturo, siguió
cosechando grandes éxitos deportivos, aunque no creció tanto como esperaba,
posiblemente por una falta de preparación deportiva en comparación con los soviéticos
u otros países. Sus viajes internacionales corrían de su cuenta y de que los
turnos de trabajo cuadraran para poder volver a soñar unos días con ser
ajedrecista profesional.
Arturo Pomar dedicó toda su vida al ajedrez y fue
el primer jugador español en obtener el título de Gran Maestro Internacional,
que logró en 1962. Era un jugador eminentemente posicional al que no le gustaba
correr riesgos en el tablero, basaba su juego en una gran técnica que le
permitía encontrar buenas jugadas de forma intuitiva. Mostraba una gran
maestría en la conducción de los finales, la fase más aguda y delicada de la
partida; expuso sus análisis y aportaciones teóricas sobre este tema en dos
libros: Las pequeñas ventajas en el final (1968), y El
arte de ver la ventaja (1971). Es autor, asimismo, de otras dos obras
escritas en su juventud: Mis cincuenta partidas con maestros,
editada en 1945, que recoge sus primeras experiencias, y Temas de
ajedrez, editado en México en 1956.
A comienzos de los 90 dejó de participar en torneos de
élite, y en 2004 hizo su última aparición pública en la Olimpiada de Calvià en
la que incluso alguien tan poco dado al halago como Víctor Korchnoi, tres veces
subcampeón del mundo, le premió con un gran aplauso. Con 84 años, guardó el
tablero y las piezas y dijo adiós. Tras el velatorio llegaron los elogios,
habitual en España, con un titular peliculero y agrio: el españolito que
desesperó a Bobby Fischer.
Partidas de Arturo Pomar:
https://www.chessgames.com/player/arturo_pomar-salamanca.html